A pesar de las quejas sobre la presión regulatoria que algunas leyes ejercen sobre las empresas, en ocasiones esa misma presión puede convertirse en un aliado frente el ataque de un competidor. Me refiero a un caso concreto en el que un head hunter empezó a llamar a los trabajadores de una empresa con una determinada categoría profesional para invitarles a trabajar para otra empresa del mismo sector.
Es posible que un profesional destaque en el mercado y reciba ofertas de trabajo de competidores, pero en este caso hubo más de veinte llamadas. Ello hacía suponer que el head hunter disponía, al menos, de los siguientes datos:
- Nombre del profesional
- Condición de trabajador de esa empresa
- Categoría profesional
- Profesión, función o puesto de trabajo
- Teléfono fijo o móvil
La empresa atacada fue informada de las llamadas por los propios trabajadores, que ofrecieron su colaboración para remitir una solicitud de cancelación de los datos. Se enviaron varios burofax en este sentido al head hunter y las llamadas cesaron inmediatamente.