El proyecto de reforma del Código Penal y la certificación Iuriscert de AENOR en relación a los sistemas de prevención de delitos en las empresas dan mucha importancia al proceso de análisis de riesgos. Desde la reforma de 2010 muchas empresas han basado el diseño de su modelo de prevención y control de delitos en un mapa de riesgos elaborado internamente o a través de un consultor externo. En este artículo resumo mi opinión personal sobre los informes que he revisado y en especial, sobre los errores que, a mi modo de ver, se repetían en ellos, y que podían distorsionar los resultados.
1. Basar el análisis exclusivamente en fórmulas matemáticas
Los cálculos relativos a la probabilidad y al impacto de los riesgos analizados pueden realizarse manualmente o con el apoyo de aplicaciones y hojas de cálculo. Estas herramientas son de gran ayuda, pero no pueden ser el único soporte del análisis de los riesgos. Las fórmulas deben contener factores de ponderación que permitan ajustar los cálculos a la realidad, a través de multiplicadores y divisores que tengan en cuenta el contexto. Pero lo más importante es que el análisis lo realice un profesional especializado, que tenga conocimientos de las dinámicas comisivas, del sector al que pertenece la empresa y del factor humano, que hace que cada empresa sea distinta. Una vez obtenidos los resultados, debe aplicarse el filtro del sentido común, basado en este caso en la experiencia del profesional que firma el informe y en una visión en conjunto del análisis, que compare la valoración de cada riesgo con todos los demás, asegurando que se cumple el principio de proporcionalidad.
2. Aplicar un factor multiplicador excesivo a la existencia de un precedente
En uno de los informes revisados, que correspondía a una empresa industrial, el delito de pornografía infantil apareció en el grupo de los delitos con mayor probabilidad de comisión. Ello se debía a que el consultor había utilizado un algoritmo que aplicaba un factor multiplicador a la existencia de un precedente relativo a ese delito en la empresa. Incluso en el caso de no utilizar herramientas informáticas, la existencia de un precedente se valora excesivamente en los informes analizados. El profesional que realiza el análisis debería tener en cuenta todos los factores, y realizar un juicio de proporcionalidad, teniendo en cuenta el contexto, los restantes riesgos y la probabilidad de que el delito vuelva a cometerse. También debe tenerse en cuenta la antigüedad y las circunstancias del precedente, ya que pueden haberse producido cambios en la empresa y en las personas que participaron en él. En el caso concreto analizado, la persona que cometió el delito ya no estaba en la empresa.
3. Basar el análisis de la probabilidad exclusivamente en la opinión del cliente
Sería pecar de frivolidad aplicar a este caso la frase "los pacientes siempre mienten"del Dr. House, porque no es cierto que los clientes siempre mientan. El problema es que no son objetivos. No pueden serlo. Podríamos decir que el cliente está contaminado por las prácticas de la empresa y del sector al que pertenece y le cuesta tener una visión que se sitúe por encima de lo que está acostumbrado a ver. Tampoco conoce las dinámicas comisivas ni los factores de riesgo. Además, puede estar afectado por la "niebla de la batalla", es decir, la dificultad para sacar conclusiones a largo plazo o de tener una visión completa de todo el escenario a causa de la constante atención que requieren los asuntos a resolver diariamente y las urgencias del negocio. En este caso incluyo en el concepto cliente al conjunto de personas entrevistadas durante el proceso de análisis de riesgos. El cliente es un gran experto en su empresa y nos va ayudar mucho a conocer sus puntos débiles, pero no puede convertirse en absoluto en la única fuente de información. El profesional debe documentarse y tener en cuenta el conocimiento que él mismo puede aportar al análisis a través de otras fuentes de información y de su propia experiencia.
4. Basar el análisis del impacto exclusivamente en la opinión del cliente
En mi opinión es un error partir exclusivamente de las respuestas del cliente para calcular el impacto económico y reputacional de la comisión de un delito en el seno de la empresa. Un área en la que los profesionales podemos aportar conocimiento es justamente en la valoración económica de las consecuencias de un delito. Los abogados, por ejemplo, podemos analizar la jurisprudencia y conocer el rango en el que se mueven las indemnizaciones por responsabilidad civil derivada de un delito. Podemos también cuantificar las multas aplicables a cada tipo penal y los distintos supuestos agravados. Asimismo, podemos apoyarnos en expertos para cuantificar el impacto de cada delito en la marcha del negocio y para analizar los posibles daños en la reputación de la empresa en el mercado, la presumible reacción de los clientes y su comportamiento en materia de pedidos. A pesar de la importancia de este trabajo casi todos los informes que he revisado basan el análisis del impacto exclusivamente en la opinión del cliente. Y después incluyen un disclaimer exonerándose de cualquier tipo de responsabilidad por los errores de valoración, ya que el análisis lo ha hecho el cliente y no ellos. Supongo que por eso se dice que se paga a los consultores para que te digan lo que ya sabes, pero lo que encuentro excesivo es que encima te lo pregunten a ti y no lo averigüen por otros canales para confirmar que las conclusiones son acertadas.
5. Utilizar al cliente como única fuente de información sin aportar valor al análisis
Este punto es una conclusión de los dos anteriores. Considero que el profesional al que se le encomienda la valoración del riesgo penal debe tener experiencia en el sector, conocimiento de las dinámicas comisivas y de los riesgos, así como fuentes de información suficientes para que su intervención en el proyecto sea valiosa y no se limite a transcribir lo que opinan los interlocutores entrevistados.
6. No tener en cuenta el factor humano y el instinto defensivo del interlocutor
Los interlocutores entrevistados tienen habitualmente escasa práctica en materia de autodianóstico y autocrítica. Además de los factores culturales, es inevitable que el entrevistado se sienta de alguna manera investigado y adopte una posición defensiva, como si de un interrogatorio se tratara. Esta reacción es muy humana y obliga a un trabajo previo de distensión y de información sobre el objetivo final del proyecto. A pesar de esta preparación previa, las repuestas del entrevistado pueden estar contaminadas por el miedo y ocultar situaciones de riesgo. También pueden centrase excesivamente en la labor preventiva realizada para justificar su trabajo. Este esfuerzo de justificación dilata mucho las entrevistas, ya que cada pregunta tiene como respuesta un arsenal de argumentos defensivos que además distorsionan los resultados. Esta es una razón más que obliga a ponderar los resultados con otras fuentes de información y con la habilidad de identificar los riesgos que han quedado ocultos a causa de las estrategias de autodefensa.
7. No apreciar el traspaso de responsabilidades entre departamentos
El efecto inmediato de la estrategia de autodefensa del entrevistado es un truco de prestidigitación que consiste en que, al acabar la entrevista, el consultor está convencido de que el riesgo se concentra en otro departamento. Esta habilidad, innata o adquirida, consciente o inconsciente, se potencia en las empresas en las que se producen duplicidades organizativas, se asignan competencias similares a distintos departamentos o bien las funciones de control no están correctamente establecidas. Un error habitual es dejarse llevar por acusaciones interdepartamentales, aunque éstas no sean evidentes. Esta maniobra de distracción hace que no se profundice en el análisis de riesgos del departamento entrevistado y que se sobrevaloren los riesgos de otros departamentos.
8. No comparar los resultados del análisis con el mapa de riesgos sectorial
Para evitar que la subjetividad en las respuestas del entrevistado nos contamine, tenemos que haber hecho antes los deberes. Lo ideal es haber elaborado un mapa de riesgos sectorial que nos sirva de referencia para comprobar si la empresa se ajusta o no al patrón y, en caso negativo, conocer las causas. Es posible que el interlocutor esté hablando constantemente en términos de riesgo residual, es decir el que permanece tras la aplicación de los controles. Valorar el riesgo en estas condiciones sería como medir el viento desde un coche en marcha. En los informes revisados no he encontrado referencia alguna a la situación de la empresa en relación al mapa de riesgos del sector.
9. Presentar los resultados sin haber aplicado el filtro del sentido común
El informe en que se consideraba altamente probable el delito de pornografía infantil en una empresa industrial no se habría llegado a presentar si se hubiese realizado un juicio previo de proporcionalidad. No es lógico que en el sector industrial la probabilidad de que este riesgo se materialice esté por encima del relativo al delito medioambiental, por ejemplo. Antes de presentar el informe a un Consejo de Administración hay que realizar una comprobación tan simple como la de someter las conclusiones finales a los principios básicos del sentido común.
10. Atribuir al cliente los errores que se produzcan en la valoración del riesgo
Y lo que considero fuera de lugar, aunque el socio que firma el informe esté atormentado por su departamento de Risk Management, es incluir un disclaimer que reconozca literalmente que no se ha hecho un análisis de riesgos sino que la labor del consultor se ha limitado a solicitar la opinión del cliente y a transcribirla en el informe, por lo que si el cliente está equivocado, la firma consultora no tiene la culpa. Considero que el cliente espera algo más de la firma a la que ha solicitado que valore sus riesgos. Cuando vamos a un centro médico de reconocido prestigio para realizar un chequeo lo último que esperamos es que el médico se limite a preguntarnos cómo nos encontramos. Nuestro cuerpo, los instrumentos de medición y los análisis clínicos son fuentes de información mucho más fiables que nuestra simple opinión no experta. Aunque nos conozcamos muy bien. El cliente confía en nuestro criterio y en un cierto nivel de implicación en la valoración de sus riesgos. Implicación que debería extenderse a la propuesta de soluciones. Pero es de suponer que el propio disclaimer habrá dejado bien claro que eso no forma parte del alcance del trabajo contratado y que hay que pedir otro informe en el que habrá otro disclaimer que exonerará de responsabilidad a la firma consultora, porque las soluciones propuestas también se basan en la información suministrada por el cliente, y no en la creatividad y el talento que cabría esperar a la vista de las facturas suministradas por la consultora.