En 2010, al realizar presentaciones sobre la reforma del Código Penal ante consejos de administración y directivos era habitual encontrar miradas de reticencia e incluso sospechas de que el cumplimiento normativo podría ser un obstáculo para el negocio: “Si vamos a 120 km/h en un sector donde todos van a 150, pasaremos de la primera posición a la última.”
Tras siete años, todavía encontramos discrepancias entre la versión oficial que ofrecen los códigos éticos y la actividad diaria de los departamentos comerciales, la forma de influir en el legislador o de contratar con el sector público, por citar algunos ejemplos fáciles.
Los Compliance Officer que son conscientes de estas discrepancias se esfuerzan en crear poco a poco una cultura de cumplimiento en sus empresas, pero a veces tienen que luchar contra la incredulidad y la falta de apoyo de los órganos de gobierno y de los directivos, que son los que más tendrían que defender una posición clara de la empresa a favor del cumplimiento.